SI LOS comparas conmigo, que vivo en constante desequilibrio, mis gatos muestran una paciencia y una serenidad propias de las criaturas más sabias del mundo, pero a veces, cuando nos llega algún ruido procedente de pisos de al lado, se invierten los papeles: yo no les doy ninguna importancia a esos ruidos porque mi cerebro los tiene identificados como no peligrosos; pero mis gatos los viven tan dramáticamente que hacen expediciones hacia la parte de donde proceden, poniendo mucho cuidado a la hora de acercarse, y no se tranquilizan hasta muchos minutos después de que hayan cesado. Es el momento en que yo me sonrío: ¡Ahora resulta que soy yo el sapientísimo gato y vosotros los humanos histéricos!