APARECIÓ UN gato de otro piso y arañó la puerta de Maracaná mientras mayaba desesperado, como perdido, pero pronto apareció una vecina que era su dueña y acabó con el drama. Sin embargo, todavía dos horas después, mis tres gatos, que habían escuchado los arañazos con manifiesta antipatía y propósito claro de enfrentarse, siguen patrullando Maracaná, muy alterados, turnándose a la hora de hacer guardia por si acaso regresa el enemigo.