LA RAZÓN de no tener un geranio o una begonia en Maracaná se debe a mi falta de empatía. A veces me ha gustado pensar que nunca he tenido una planta en mis pisos porque carezco de la disciplina para cuidarla, pero esa es una excusa pobre, porque a mis tres gatos rara vez me olvido de ponerles agua y comida o de renovarles el arenero. Pero mis tres gatos están vivos de verdad, me hacen caso (demasiado), añaden combustible a mi ego, y en cambio las plantas no se mueven, no maúllan, no me dejan pasarles la mano por el lomo, no tiran libros, están ahí haciendo el tancredo, incapaces de salir de su papel de plantas. Qué minusvalía padezco con los paisajes despaciosos y los seres quietos y los tiempos sosegados, es un defecto gravísimo, no penséis que digo esto mirando a la cámara.