OCHO MESES después de que me la comprara, mi gato Broma ha conseguido al fin tirar al suelo la pequeña bola del mundo que tengo en Maracaná, y mientras la recogía para volver a montarla, al darme cuenta de que estaba tratando al planeta como a un herido, me ha venido a la cabeza Quino y me he echado a reír. ¡A mis cuarenta y tantos, haciendo el papel de Mafalda!